El último ejemplar de Toromiro que crecía en estado natural en Rapa Nui fue cortado al interior de volcán Rano Kau en 1960.
Son 3.700 los kilómetros que separan a Rapa Nui del continente americano. Debido a la distancia, quien no ha visitado la isla podría pensar que allí se encontrará con paisajes y una flora única, que no ha visto en otra parte del mundo. Sin embargo, a consecuencia del asentamiento de la población a lo largo de los siglos, el ecosistema local ha cambiado drásticamente. Según estudios realizados por el botánico alemán Georg Zizka, más de un 78% de la flora actual de la isla no es nativa. Y lo que es peor: uno de sus árboles endémicos emblemáticos ya no existe en la isla.
Es el caso de Sophora Toromiro, un árbol pequeño, con hojas compuestas por folios y en sus ramas crecen flores tubulares, parecidas a un copihue, pero amarillas. En el siglo XII, de mano de la colonización polinésica, la vegetación natural de la isla comenzó a ser reemplazada por cultivos y, contemporáneamente, con la introducción de especies invasoras como ovejas y ganado, el Toromiro y el ecosistema en el que crecía fue depredado. Y no solo los animales fueron los responsables. Los pocos árboles que ellos dejaron fueron talados por los humanos, quienes usaban su madera para fabricar artefactos de uso diario.
Entre los animales y los humanos, el Toromiro perdió territorio en Rapa Nui. A tal punto, que en 1960 solo quedaba un individuo. El último ejemplar que sobrevivía en estado natural en la isla crecía en las laderas interiores del cráter del volcán Rano Kau y fue derribado ese mismo año.
“No lo convirtieron en madera ni sirvió como alimento para animales, pero se lo llevaron fuera de la isla. Aunque no existe evidencia concreta, se cree que la salida se produjo para convertir su madera en algún artefacto para la venta a un coleccionista o museo”, comenta el gerente de Tecnología y Planificación de CMPC, Jean Pierre Lasserre.
La descendencia del Toromiro
Pese a que dejaron de existir toromiros en Rapa Nui, gracias a la recolección de semillas de ese último árbol, se logró mantener viva a la especie, aunque solo en colecciones privadas y jardines botánicos.
De esta forma, era posible encontrar Toromiro a más de 14 mil kilómetros de la isla de donde son oriundos, en jardines botánicos de Alemania, Australia, e incluso Suecia. También en Chile continental, en el Jardín Botánico de Viña del Mar. Pero este ejemplar, tras dar una gran cantidad de semillas a lo largo de su vida, murió en 1999.
Gracias a las semillas que dejó el Toromiro de Viña del Mar, en 2006 este jardín botánico entregó seis árboles de Toromiro, descendientes del último árbol de Rapa Nui, a CMPC para iniciar un inédito programa de conservación.
Tras estudios genéticos, explica Lasserre, que confirmaron que los descendientes correspondían a Toromiro, entre 2008 y 2011, CMPC logró reproducir el árbol por técnicas de propagación vegetativa y se pudo masificar el Toromiro por la técnica del injerto.
Como la reproducción de la especie fue exitosa, se firmó un convenio de cooperación entre CONAF y CMPC, y se estableció un huerto de Toromiro en la Reserva Nacional Lago Peñuelas. Ahí se establecieron 1.000 plantas de Toromiro. De ellas, hoy quedan 170, pues no todas lograron resistir las condiciones climáticas de la región.
El regreso a la isla
Aunque se pudo hacer crecer con éxito algunos ejemplares de la especie en Chile continental, aún quedaba una meta pendiente: devolver el árbol a Rapa Nui, la tierra que lo perdió en 1960.
“Con ese objetivo en mente, CMPC inició hace más de una década trabajos conducentes a la reintroducción de Toromiro en la isla de Oceanía, pues saben que la especie tiene un alto valor cultural y económico para la comunidad pascuense”, sostiene Lasserre.
Por eso mismo, en la actualidad la empresa apoya la investigación de su reintroducción, con el respaldo de instituciones como la Universidad de Concepción y la CONAF, además del apoyo de investigadores de la Universidad Lincoln, Nueza Zelandia, y la Universidad de Murdoch, Australia.
La reintroducción de la especie no es fácil, pues, existe la hipótesis de que durante las décadas de ausencia de Toromiro en la isla se perdieron en el suelo las bacterias que ayudan en la absorción de nutrientes necesarios para su crecimiento.
Por lo mismo, actualmente los investigadores a cargo del programa pretenden encontrar las mejores cepas de la bacteria que se asocien con las plantas de Toromiro y que permitan su adaptación al ecosistema actual de la isla.
Además del trabajo de buscar mejores cepas, durante 2018 se instalaron ensayos de plantas inoculadas con bacterias benéficas, las que permitieron retomar la fijación de nitrógeno en el suelo necesaria para el crecimiento del toromiro en su tierra de origen.
De forma paralela, el laboratorio de CMPC está investigando el desarrollo de protocolos de rescate de embriones y de masificación de germoplasma, una técnica de reintroducción de especies vegetales que funciona mediante injertos.
Se planea que durante este año se podrían sembrar 200 semillas, llevar los germinantes inoculantes a la isla, “engordar” las plantas en un vivero de CONAF, preparar el sitio y plantar una hectárea de la especie, para que sus flores amarillas vuelvan a ser parte del paisaje de Rapa Nui.