La evidencia, y especialmente el presente acto iniciado el 18-O, indica que la salida a la dictadura fue una mala película, con un guion que se fue escribiendo a medida que avanzaba la trama y con promesas de mayor protagonismo a los actores del reparto que nunca se cumplieron.
En 1994 la película “Amnesia” rescataba una parte de ese sentimiento apenas iniciada la llamada transición política a la democracia; allí se relataba el encuentro entre un ex militar retirado que había tenido a su cargo un centro de detención ilegal y una pareja formada por un ex conscripto, asignado a ese mismo recinto; y una ex – prisionera en el mismo lugar. Un mal relato, que daba cuenta de la desazón por esa suerte de naturalización del síndrome de Estocolmo que constituyó el ingrediente principal en la receta transicional; una desigual contienda entre el grito por verdad y justicia, y la forzada imposición institucional de una “reconciliación nacional”.
Así, durante décadas la consolidación del sistema de AFPs e Isapres, la política de privatizaciones de empresas públicas, las concesiones viales, el financiamiento compartido en educación, las listas de espera en atenciones de salud, y un largo etcétera se fueron acumulando como la energía entre las placas tectónicas hasta que las normas sociales y el orden político fueron incapaces de contener la presión y se produjo el estallido social del pasado 18-O.
Un espíritu que puede resumirse perfectamente en la sentencia de “no son 30 pesos, son 30 años”, un grito que exigía revisar los términos del acuerdo de término de la dictadura; de cierto modo volver atrás e intentar rehacer el camino; esta vez con un reparto distinto, nuevos actores que renegando de la herencia del miedo y la resignación exigen mayor protagonismo.
Mas allá de la metáfora del viaje en el tiempo, la convención constitucional es una oportunidad para efectivamente incorporar cambios institucionales que marquen una ruta de desarrollo distinta a lo que hemos conocido en las últimas décadas, aunque al mismo tiempo es imprescindible fijar las expectativas pues tales cambios difícilmente responderán en tiempo y resultados a lo que una gran parte de la población espera.
Además este proceso enfrenta variados desafíos: el primero subsanar los problemas operativos de funcionamiento, incorporar al proceso a esa población que aún no se convence de asumir un rol mas activo en la vida política del país y se mantiene al margen de las decisiones públicas y los procesos eleccionarios, y finalmente lograr avanzar en medio de una disputa que pareciera darse entre el espíritu de cambio y el status quo, disfrazado esta vez de “tradición republicana” que no es otra cosa que mantener un orden impuesto por una minoría, tal como ha venido sucediendo desde la primera junta de gobierno.
Es un proceso sin precedentes en nuestra historia, que además trasciende nuestras fronteras, que ha costado sangre y ha traído muchas lágrimas, y que seguramente requerirá de mucho trabajo para llegar a buen puerto.
Por lo pronto ya se dio el primer paso: se ha iniciado el proceso constituyente!
Cesar Villagra Vargas
Fotografía gentileza eldesconcierto.cl